Pincha en la foto para ver más grande.
Y al tercer día…
Y al tercer día resucitó.
Y al cuarto día echó de menos la tierra húmeda bajo su piel.
Y al quinto, consideró que viejos recuerdos eran en realidad sus primeros pasos felices y felinos. Y que pisar madera de ataúdes no era para él.
Y al sexto día pidió que en su segunda muerte fuese su cuerpo, al menos, abandonado a su suerte, que su cuerpo se pudriese cerca de un arrollo y volver al inicio.
Y al séptimo día le ordenó a Lázaro que dejase de meterse en sus asuntos.
Y Lázaro se marchó ofendido.
Y el lince descansó de tantas intromisiones.
Días felices, días felinos.
Dejar un comentario